una sombra alargada
hace unos años me fui de casa
y hasta ahora he logrado cerrar la puerta.
no la dejé abierta a propósito,
así se quedó,
congelada entre mis recuerdos
y la tristeza.
algunos recuerdos se fueron conmigo;
no los escogí,
se metieron en la mochila ellos mismos,
tripulantes clandestinos,
polizones silenciosos
que esperaron con paciencia el amanecer.
algunos siguieron mis huellas después,
cigüeñas compañeras de los altos campanarios
que vuelven a su nido,
palomas mensajeras entregando su recado,
salmones que regresan
al arroyo que los vio partir.
muchos recuerdos se quedaron atrás,
no los escogí,
eran tal vez muy pesados para el camino,
lastres de miles de encrucijadas,
pesares que no entendí,
mensajes digitales en un olvidado buzón,
que ya no atendemos.
se fueron conmigo las sonrisas,
las mañanas de desayunos y loncheras,
camisas y uniformes,
lecciones en el camino a la escuela,
paseos, excursiones, escenarios,
sabores y aromas,
arrullos y canciones
que le daban sentido a la vida.
se fueron conmigo las sonrisas,
el cielo que toqué con mis manos
en tu cuerpo, en tu piel,
la almohada que vivía en tu cama,
la intimidad de tantos años
y las palabras tiernas que cerraban el día.
hace unos años me fui de casa
y hasta ahora he cerrado la puerta.
no la dejé abierta a propósito,
así se quedó, congelada y distante,
hasta que pude ver el sol
amaneciendo sobre mis hombros
y una sombra alargada
fue apareciendo ante mí
llevándome sin prisa al horizonte.