un óleo inmortal
por cuánto cotiza
su firma, su decisión,
cuánto vale la opinión que expresa,
la curul que maneja,
el elaborado raciocinio que ante las cámaras formula,
en cuánto estima sus contactos,
cuánto valen las leyes que aprueba,
las reformas que negocia,
cuánto renta la cláusula que hoy tramita.
yo sé que duerme tranquilo y la consciencia no lo desvela,
que justifica sus movimientos manipulando piezas con prudencia,
yo sé que no le teme a dios al entrar erguido a la iglesia,
ni le teme a los muertos,
que para siempre callaron lo que hoy ya nadie recuerda.
cuánto vale su traje, su almidonada camisa,
el carro que usa, la casa que habita,
la finca que cultiva.
qué tan lejos están
las pequeñas miserias de los que votaron por el partido,
los que ciegamente siguen los titulares,
los que todavía creen en su forzada sonrisa.
de pronto ni la historia
lo juzgará,
nadie descubrirá sus operaciones tortuosas,
logrará desacreditar a los que le cuestionan,
debilitar a los que preguntan,
desaparecer a los que sabían,
darle palmaditas en la espalda
a los que en silencio lo apadrinan.
yo sé que su dormitar sereno
elimina el escrúpulo
que algún sentimiento despierta,
que miles no dudan de su opaca transparencia,
elogian sus discursos, admiran su elocuencia
y va a entrar en los libros de texto
como un líder natural de inmaculada presencia.
yo sé que en la democracia radica la base de su confianza
y que a sus recintos plácidos no llegará nunca este poema;
y en mi confinado dormitorio quedarán mis palabras proscritas,
sin pruebas que le imputen,
sin evidencias que le inculpen,
sin denuncias que revelen sus engaños.
y en algún palacio nacional,
su sonrisa quedará dibujada,
en un óleo inmortal
que conmemorará la gloria de su paso por la tierra.