trópicos distantes
a esperanza….
sus caderas vienen y van con energía
sobre el cuerpo blando de un cliente agradecido,
que levantando sus brazos pálidos hacia el cielo,
llega con manos débiles
a sus pechos lánguidos, a sus pezones negros,
a su piel morena de trópicos distantes
y pueblos adormecidos.
con dolor la veo pasar
cansada y presurosa
por la acera de enfrente,
ella se mira de reojo en el espejo,
siguiendo una gota de sudor
que se desprende de su frente tibia
y rueda por su cuello al infinito,
ella la sigue,
ella se evade,
ella se eleva,
sus muslos fieros siguen el ritmo,
sus glúteos sólidos golpean el silencio,
su mente divaga, su cuerpo palpita.
el maquillaje se le ha perdido,
y sus ojos miran recelosos
las sombras de las esquinas,
el hombre gime, se contorsiona,
pierde el control de su mirada opaca,
y ella le concede un temblor maquinal,
un ritual aprendido casi perfecto,
un beso diminuto en el mentón,
una sonrisa tímida,
tres palabras suaves en español
que garantizan sin duda su regreso.
en la pieza le esperan
las fotos que la acercan como siempre
a sus recuerdos,
el hombre se marcha satisfecho de su virilidad,
ella esconde los billetes que él le da,
piensa en su madre,
piensa en los niños
siente ya sus sonrisas, sus agradecimientos,
mañana enviará dinero,
comprarán en la tienda,
arreglarán el techo, pintarán ventanas,
cambiarán el colchón viejo de la cama.
yo, desde mi distancia
triste y prudente,
admiro su terrenal valentía.
dos golpes en la puerta
la regresan a su realidad,
un cliente espera impaciente,
ya va,
ya va,
ya va…
es una sobreviviente más
de este gran naufragio,
donde cada uno busca el madero flotante,
que lo lleve a la otra orilla.