sabor a fin
una hoja
cayó en mi puerta
esta madrugada,
sentí su roce leve
y al abrir la encontré inclinada,
una hoja de guayacán,
en mi puerta agonizaba.
le dije:
no te dobles,
resiste a la mañana,
ella me dijo:
es inútil,
la lucha ha sido muy larga,
le insistí
aguarda, aguanta,
que el sol está pintando
el perfil de las montañas,
ella contestó:
ya no importa,
el humo ha carcomido mis entrañas,
quiero morir en silencio,
que otros le griten al hombre
el verdor de toda mi rabia.
un oso de anteojos
cae acribillado en un bosque
por la bala asesina
de un cazador de la ignorancia;
un azulejo escapa malherido
de la piedra infantil
que ha desplumado su vuelo;
un mico ha sido arrancado
de una selva virgen
a la cárcel ciudadana;
árboles se desploman sin pausa
junto al hacha que los tala,
bosques mueren de pie
entre las lágrimas de una lluvia agria,
la tierra desnuda se esconde
erosionada ante la desgracia
y los ríos extravían la esperanza,
con la mirada fija,
perdida en sueños de mar.
hay un suicidio colectivo
que se pasea por las calles
sin dejarse percibir
y su sonrisa irónica
impregna mi fachada
de un olor a ruina,
de un vago sabor a fin.
cali, diciembre de 1985