requisa
he sabido que me andan buscando
y he venido a presentarme,
pueden allanar si quieren
mis bolsillos,
encontrarán semillas y hojas secas,
conchas marinas, piedras de río
y un caracol despertando
de su tibia siesta vespertina.
mi mochila está más cargada
de serios antecedentes,
pero exijo respeto:
tengo un mico en extinción
que no resiste torturas
ni palabras recias,
un pájaro reponiéndose
de una ráfaga de mentiras,
una estrella amnistiada
evadida de una noche de dolor,
cartas de amor
con seudónimos de fantasía
y lo que más desean:
mi libreta de apuntes,
con direcciones y otros poemas,
con pétalos disecados
y cometas de papel.
tengo mi billetera
hecha de retazos y calcomanías,
recibos y tarjetas,
mi laminada biografía,
un billete exilado,
una moneda antigua
y largos mensajes en clave
de mis cuatro amigos cardinales.
no encontrarán cigarrillos
ni comunicados oficiales,
hallarán un libro
con historias interminables,
una llave azul aguamarina
para casos de extrema gravedad,
una pluma que alguna vez voló
y hoy me ayuda en mis intentos,
un corazón diminuto
que me prestó un enanito
para reparar mis sueños
y una caja de acuarelas
que me regaló una niña
para pintarle sonrisas
a mis dolores.
como habrán notado,
no tengo nada que declarar,
aquí el único subversivo
es mi inquilino el caracol,
que pinta árboles y flores
en los muros y en las calles,
que distribuye volantes
con dibujos de colores,
que interrumpe los discursos
con notas musicales,
que se burla de todos,
de los uniformes
y de los señores.
desgraciadamente
no lo pueden detener,
pues es menor de edad
y no existe en el mundo,
una celda que resista,
la medida de su libertad,
además,
si lo desaparecen,
algún día
reaparecerá.
un caracol amanece despacio
sobre el rocío de la mañana
y un arco iris lo recoge
sobre el sol que se levanta,
hermanos del agua,
cómplices de la calma,
un caracol se evade de nuevo,
mientras arriba,
cambian de guardia.
bogotá, diciembre de 1985
quand l’oiseau arrive
s’il arrive
observer le plus profond silence
attendre que l’oiseau entre dans la cage
et quand il est entré
fermer doucement la porte avec le pinceau
puis
effacer un à un tous les barreaux
en ayant soin de ne toucher aucune des plumes de l’oiseau…
poème de jacques prévert