no distingo la frontera
no veo la frontera,
miro el suelo buscando
una raya, una zanja,
algún indicio,
nada, nada.
¿dónde empezamos nosotros?
¿dónde terminan ellos?
de un lado los fanáticos
partidarios de la guerra y el escarmiento
al otro lado están ellos,
herederos de la guerra y la barbarie.
ojos enceguecidos
mirando de aquí para allá,
bocas sedientas de sangre
que ruede de acá para allá.
cada uno invoca a su ser supremo,
los altares reciben dádivas,
la cruz es ahora una espada
que se blande con saña
y se bendicen las armas
y hay plegarias a los sangrientos
y oraciones piadosas a los muertos.
a este lado los cuerdos dementes,
que semejan sapiencia,
al otro lado están ellos,
locos que parecen lúcidos,
inválidos mentales en franca lid,
antagonismos arcaicos,
manicomios consanguíneos,
rivalidades milenarias salen de nuevo al campo de batalla.
expertos y comentaristas
glorifican las cruentas victorias,
encubren las derrotas,
hablan todos al unísono
generales, arzobispos,
sultanes, monarcas ,
militaristas, pacifistas,
mandatarios, profetas,
embajadores, empresarios.
las guerras se decretan en palacios y comandancias,
en oficinas elípticas y juntas directivas.
las guerras las pelean los de abajo,
los jóvenes y los adiestrados.
los mausoleos engalanan a los dignatarios,
fosas comunes esconden a los soldados.
de la raya para allá,
cuentan cadáveres;
de la raya para acá,
justificamos los muertos;
de la raya para allá,
estamos unos y otros;
de la raya para acá,
estamos los mismos;
no distingo la frontera,
miro el suelo buscando
una raya, una zanja,
algún indicio,
nada