mi hijo no es de aquí
mi niño no es extranjero,
abrió sus ojos negros bajo este cielo,
puso por primera vez sus pies suaves
sobre este cemento,
y aunque aún no entienda
el espacio que separa
el hoy del mañana,
y aunque no comprenda
su pasado y su devenir,
no lo llames extranjero.
mi niño no nació entre volcanes,
cafetales y güipiles aromados de tortillas,
no se crió en un valle fértil con olor a caña,
y aunque no ha caminado por pueblos descalzos
y no ha sentido un río impetuoso
pasar sobre su piel desnuda,
aquí está,
aquí estamos,
erguidos y sedientos,
al otro lado del mar.
saludó su primera mañana entre grandes manos cálidas
manos
de tambores y calipsos,
manos
de gofios y nacatamales,
manos
de tabaco y guaguancó,
lo amantamos frente a este mar inmenso,
y aunque ha venido hablando un par de lenguas
y otros cuantos dialectos,
por favor,
no lo llames extranjero.
mi niño no es extranjero,
aunque descifren su apellido
letra por letra,
cuerpo a cuerpo,
aunque todavía no conozca
cuál bandera
ondee en su destino,
qué himno cante
con su mano sobre el pecho,
a cuál equipo entregue sus alegrías
cuando las olas estridentes bajen de las tribunas
y un balón ruede por fin sobre la grama enardecida.
mi niño no es extranjero;
aunque ignore
con qué pasaporte
cruce fronteras,
en qué elecciones
deposite su voto honesto,
con qué palabras escriba
un profundo te quiero,
qué instrumentos musicales rescaten sus lágrimas,
qué ritmos le hagan salir al tablado
y acercar un pecho cálido a su alma tierna.
mi niño no es extranjero,
aunque cargue mi apellido
y en sus labios pierda todo el sentido,
aunque nunca entienda estos poemas,
ni la búsqueda en la tierra que tienen tantos silencios,
ni la mirada a destierro
que esconden mis ojos caídos bajo mis párpados entreabiertos.
mi hijo es de aquí,
de esta madre tierra,
donde todos deambulamos
reclamando nuestra propia identidad.