las delicadas fibras que cobijan tu alma
I
hay un espacio
entre mis silencios
y tus preguntas calladas,
una fisura que se dilata con el pasar de los años,
con el advenimiento de canas e inviernos,
de franjas que nos van dejando los meses sobre tu piel y la mía,
sobre el sendero claroscuro
donde la luz se dispersa bajo el tapiz de ramas y desvíos,
y el viento ya no logra refrescar
el aire que compartimos.
II
respiramos
los mismos suspiros
repetidos una y otra vez,
nada cambia, nada se mueve,
ni siquiera el silencio recuerda el murmullo
que nos acercaba aquí dentro,
al universo.
III
un atardecer ilumina tus ojos interrogantes
que señalan distancias,
sutiles capas protegen
las delicadas fibras que cobijan tu alma,
y juntos,
miramos el horizonte luminoso de la vida
que transita allá lejos
y un hilo de seda entreteje
una débil conversación,
un discurrir de palabras que protege
el paso compartido del silencio.
IV
¿adónde partió tu ternura,
la suavidad de tus manos,
la aceptación de mis flaquezas,
la eterna flexibilidad del tiempo?
V
¿adónde partió mi ternura,
la suavidad de mis manos,
la aceptación de tus flaquezas,
la eterna flexibilidad del tiempo?
VI
quiero flotar sobre la corriente vital
que me hace sentir viable,
animado, maleable
confiado,
que me atrae tan cerca de ti
dos suspiros en una sola boca,
labios que se atraen,
se tocan,
se superponen,
piezas de un rompecabezas
que armamos con paciencia día tras día,
y que deshace en un instante
la sombra mutua que asalta la calidez de nuestras manos.
VII
respiramos
cansado de las mismas inhalaciones
repetidas una y otra vez,
el silencio ha salido a la calle a buscar los murmullos,
que hacen renacer,
allá afuera,
el universo.