la superficie tenue de mi aura iluminada
I
las dudas van coagulando mi aparato circulatorio,
provocan la densificación absurda de mi fluido sanguíneo.
gotas densas,
llenas de miedos y vacilaciones,
avanzan por el sendero
que guían las debilitadas paredes de mis arterias,
y se aglomeran en los pequeños atajos de mis venas,
deteniendo la corriente de vida que me nutre.
II
el dolor planetario se infiltra por mis ojos entristecidos
y encuentran en algún callejón capilar,
el silencio que deposita sedimentos
– de hambre y de frío –
y detienen inexorablemente
el paso de mis malgastados glóbulos rojos.
III
tiesos,
rígidos,
mis músculos contraídos,
agarrotados de permanecer encogidos,
asustados y escondidos contra los huesos,
se rehúsan a estremecerse
y regresar a los eufóricos momentos de gloria.
IV
¿dónde está la cinta que se desgarró a la llegada,
la cima que coronó la perseverada cumbre,
el oxígeno vital que despierta mi ansia de ser,
hacer devenir plasmar?
V
el tiempo llega,
los meses se agolpan como prestamistas detrás de su presa,
los días sobrevuelan
como buitres que esperan la última exhalación,
los segundos empujan granos de arena
– confinados y sumisos –
descendiendo mansamente
tras un cristal.
VI
el tiempo pasa,
se impregna de hojas secas
cuando el invierno enfría el viento,
se cubre de canas y manchas nuevas en la piel,
se escapa en los atardeceres
que continúo atrapando cuando suspiro,
se multiplica cuando nos quedamos sentados,
derrotados,
frente a una ventana.
VII
parado y entumecido frente al abismo,
desconfiando de las señales,
símbolos indicios
intento avivar la complicidad de mis manos perseverantes,
enardecido por la impotente desesperanza
de nuestro ser colectivo.
VIII
me marcharé,
lo he decidido.
quiero liberar la calma disimulada
de mi mar intenso,
para que irrumpa con sus olas afanosas
sobre la superficie tenue
de mi aura iluminada.