la leve inclinación del suelo
I
nos dimos cuenta,
muy tarde.
II
disimuladamente,
se fue tomando las páginas de los periódicos,
las portadas de las revistas,
penetró en lo más profundo de las grises oficinas,
se instaló en los escritorios oficiales,
fue llenando los archivos de velos y artificios,
dejó armas recostadas en cada uno de los rincones,
municiones en todos los cajones.
III
disimuladamente,
se tomó las ondas televisivas,
las series animadas,
los manoseados comerciales.
se incrustó en los sofás de las pálidas salas,
en las alfombras oscuras,
en los cojines mullidos,
y en los comedores de las casas,
desdibujó las expresiones de las caras,
frunciendo para siempre los desprevenidos ceños.
IV
disimuladamente,
se enclavó en los indefensos textos escolares,
se instaló en las aulas y en los recreos,
suprimió lentamente, uno a uno, los lápices de colores,
sustituyó paulatinamente los juguetes
por beligerantes títeres articulados.
llegó discretamente a los púlpitos de las iglesias,
mezquitas, sinagogas, templos,
alteró la interpretación de los sagrados versos,
la entonación monótona de los apacibles cánticos,
y las oraciones que en la noche se rezan junto a la cama.
V
muy pocos notaron el cambio,
la leve inclinación del suelo,
la tristeza tan profunda que fue dejando
sobre la tierra enmudecida.
VI
afuera,
la muchedumbre alentó afanosamente
las embetunadas botas de los ingenuos mercenarios,
que marcharon nuevamente,
– incontenibles y rabiosos –
al campo de batalla.