hay que aprender a descender
I
¿por qué esa atracción por las alturas,
por subir siempre más alto,
siempre más arriba,
por no detenernos
hasta no alcanzar la cima?
como pájaros
queremos divisar el panorama
desde el punto más alto,
y sentirnos más amplios,
dueños del espacio,
de los verdes y azules
que el paisaje en la altura nos muestra,
ser uno con las nubes,
con el firmamento,
con el aire liviano,
con el viento.
subiendo
nos agarramos de ramas, troncos,
juntamos fuerzas para ir hacia la luz,
tomamos atajos que nos empujan
a seguir adelante con paso firme,
con huellas decididas que ascienden,
que continúan impetuosas
hacia la cumbre.
II
cuando el camino te toca el hombro,
¿te volteas?
cuando el camino te detiene,
¿le cuestionas?
cuando le escuchas
y miras lo andado,
lo laboriosamente construido,
¿haces la pausa que el corazón demanda?
III
si quieres subir,
debes aprender a descender.
subimos con la mente en alto,
bajamos con la mente postrada al suelo.
bajando tratamos de detener
la inercia de nuestro cuerpo
que no quiere devolverse a la profundidad,
nuestras rodillas flaquean,
nuestros pasos resbalan,
nuestros músculos protestan
y nos comienzan a doler los huesos.
hay que aprender a descender.
hay instancias en que es preciso retroceder,
desandar lo andado.
debemos bajar con renovada fuerza,
con la misma templanza,
todos son caminos de ida,
incluso los de vuelta,
desandando encontramos nuevas perspectivas,
una nueva luz que nos entrega
una visión nuestra que no conocíamos,
retrocediendo podemos
levantar la frente
y aceptar con sencillez
el balance del universo.
IV
hay que minimizar el orgullo,
aceptar el desafío
retroceder,
retirarse,
reanudar.
es parte del camino,
desandarlo.