Ezequiel Gamboa Herrera
Ezequiel Gamboa Herrera, hermano de Francisco Antonio, Isaías y Mateo, también nació en Cali, en 1875, y falleció en esta misma ciudad el 28 de diciembre de 1954. Al igual que todos sus hermanos recibió las gracias que dispensan las Musas a sus predilectos.
De su vida intelectual sólo tenemos conocimiento de que colaboró esporádicamente en periódicos de la localidad y que en la revista El Correo del Valle, dirigida por Blas S. Scarpetta, dio a conocer algunas de sus creaciones literarias con el seudónimo de Mario del Mar. Sabemos, así mismo, que en 1907 desempeñó con lucimiento el cargo de Alcalde Municipal del Distrito de Cali, y que en las actuaciones públicas sobresalió por sus dotes de gran orador. A raíz del retiro de la Alcaldía se le tributó público reconocimiento por su labor administrativa, al igual que por sus virtudes de “pundonoroso caballero”. Fue igualmente reconocido notario de la ciudad.
No obstante al esmero de esta investigación, no tuvimos la suerte del hallazgo deseado ni el logro de otros datos biográficos. Esperamos que con el tiempo sus descendientes puedan recuperar más textos y datos que nos acerquen a su vida y su obra. Apenas las contadas muestras que aquí rescatamos nos deparan una somera idea de su expresión poética, de su estilo, y un asomo en prosa que nos deja vislumbrar su manera de pensar, de sentir y de escribir.
Al Morir el Año
Lenta, grave, tristemente
da el reloj la postrer hora…
¿Me abandonas; caro amigo?
Te despides para siempre,
para siempre, y no te sigo.
¡Oh, mi viejo camarada, cual tu ausencia
mi alma llora desolada!
Ah, ¿te vas? Y nuestras penas,
nuestras penas infinitas,
¿no te llevas una sola?
Ni una sola.
Sin embargo, sí me quitas
la esperanza postrimera,
la esperanza de ir contigo por los mares de lo ignoto
a buscar alivio y calma
para mi alma,
para mi alma, que ha quedado
sola y triste en la ribera…
Un extraño,
fementido nuevo año,
viene lleno de promesas,
de alegrías y alborozo.
Con qué anhelo, con qué gozo
lo saludan las campanas vocingleras:
¡Bienvenido!
Bienvenido, si trajérasme piadoso
el descanso,
o el olvido.
En la Tumba
Del Doctor Eustaquio Palacios
Todo es silencio en derredor, ni el viento
las recias alas desplegar pretende,
ni los espacios tenebrosos hiende
las nocturnas aves el lamento.
Profundo, funeral recogimiento
por dondequiera su dominio extiende;
céfiro el vuelo tímido suspende
y se deshace en llanto el firmamento.
Vendrá lleno de luz el nuevo día,
y, del sol a los besos quemadores,
recobrará Natura su alegría;
negará el tiempo a tu sepulcro flores…
Mas tu nombre de todos bendecido
nunca en sus antros hundirá el olvido.
De Sobremesa
Hablábamos de la vida.
Y hablábamos de la muerte.
Vivir, luchar –dijo– y todo ¿Para
qué?
Para obtener este éxito: morir.
– lo triste no es saber que hemos
de morir, si no sentirnos ya muertos
dijo levantándose, cogiendo su
sombrero y dirigiéndose a la puerta.
Y yo me quedé repitiendo sus
palabras y pensando una vez más
que íntimamente yo no soy yo, que
pasado fue el ensueño, el ideal, la
juventud del alma y por consiguiente,
la vida.
Y fijé mi pensamiento en esta pregunta:
¿Cuándo acabaré de morir?
-Te quedas?- me gritó mi compañero
desde la puerta.
Me levanté apresuradamente, tomé
mi sombrero y salimos del hotel.
El pito del motor, en los talleres,
llamaba los obreros al trabajo.
Numen
Para la Sra. Leonor S. de Losada
En los dulces ojos,
en la frente pálida,
en el vago tinte de melancolía
que la poesía de su rostro baña;
en todo hay un algo sugestivo y grave
que inquieta y que encanta;
algo que no tiene ni nombre ni forma
pero que muy hondo penetra en el alma como una armonía
doliente y lejana
cuando en el silencio de la media noche
y a la trémula luz de una lámpara, sobre
el libro abierto
la frente apoyada,
se sufre y se llora
pensando en mil cosas inciertas y extrañas.
Dolora
Dolores como tú ¡ quién los sufriera
por una eternidad!
Dolor como el que yo llevo en el alma
¡que no te hiera el corazón jamás!
Mensaje
Si llegas a olvidarme cuando muera
Vendré de noche a perturbar tu sueño,
Y oprimiré tus formas venusianas
En mis rígidos brazos de esqueleto.
Mas si el amor que tanto me has jurado
Subsiste aún hasta después de muerto,
Mi espíritu vendrá todas las noches
Y con sus alas cubrirá tu cuerpo.