el horizonte que vislumbro cuando duermo
I
he cruzado el medio siglo.
no hay muchedumbres circundantes
que certifiquen mi paso titubeante,
ni un lejano murmullo cotidiano
que me valide este rito de pasaje.
II
asciendo,
firme aún.
ajenos continúan los árboles
que entretenidos con su diario subsistir
no se percatan de mi pasante presencia.
yo,
sigo adelante
III
distantes quedan los valles donde abordé sin temor el viento,
donde dibujé con mi aliento
todos estos sueños inmensos que me han traído hasta aquí.
IV
distantes las posadas donde alojé mi cuerpo
y lo compartí con caricias honestas,
con sonrisas y ocasionales destellos en mi piel,
de estrellas gemelas demandando eternidades.
V
distantes los paradores monásticos
donde me acerqué tan estrechamente
a la sabiduría colectiva del hombre
y encontré las historias de antiguos moradores,
y de lúcidos caminantes de mares y desiertos.
VI
distantes los volcanes que observaron mi partida,
distante el horizonte que vislumbro cuando duermo,
distantes los parajes que esconde el velo turbador del tiempo.
distante y desnudo
sigo adelante.
VII
distantes las huellas
que dejé sobre las calzadas polvorientas,
y en las innumerables estancias silenciosas
donde alguien escuchó atentamente
los rumores de mis primeros versos.
ya no recuerdo las palabras
con que ingenuamente describí al crepúsculo,
ni los trazos con que pretendí retener el amor sublime.
VIII
sólo siento en mí
la cálida sensación de tu mirada tenue
entrelazando mis historias,
mis sueños,
sembrando conmigo palabras y versos,
semillas vacilantes que va dispersando el viento.