despedida
perdónenme
los tristes, los melancólicos,
me aparto de ustedes hoy,
los dejo, me voy.
ya no puedo con el peso
de nuestras charlas extenuantes,
de compartir dolores,
de distribuirnos las angustias,
de revestir todos los rincones
con telarañas envolventes,
de anclar ideas
con lastres opacos y amargos.
perdónenme que me vaya
pero es éste el momento,
el día,
agradezco todas sus palabras solidarias
en mis noches de larga tribulación,
noches debaratando subsuelos,
enfrentando miedos,
elaborando culpas,
deshaciendo escapes,
noches erigiendo realidades,
tan edificadas y tan crudas,
tan incompasivas y ausentes.
ya no puedo acompañarlos
en su destruir permanente,
ni en ese cuestionamiento
total y convergente,
que aniquila los pasos
y acaba los buenos días,
que empantana las ideas
y ahoga los sentidos,
y del cual nada renace,
nada limpio surge.
perdónenme los taciturnos,
los cabizbajos y los nostálgicos,
sé que con ustedes
he compartido mis sendas,
que en su compañía
he revolcado mi cíclico pasado,
he respirado mis horas ásperas,
he encontrado algunos puntos y comas
de mis colores más agrios.
comprendan,
ya no logro arrastrar
la substancia de sus actitudes,
el resbalar de mis latidos,
el enredo de mis impresiones;
quiero despedirme
de sus ojos cadenciosos
y de sus palabras plomizas
de diminutas letras sucesivas.
me despido, me voy,
así, sin ceremonia,
casi que poco a poco,
evitando el conflicto, la crisis,
las lágrimas;
me voy despacio
esquivando las discusiones,
los posibles miedos a volver,
el temor de no tener fuerza,
el temor de no ser capaz.
los dejo,
me voy a buscar
los que creen en la vida,
en este proceso, en el cambio,
me voy a buscar los que construyen,
los que caen y resurgen,
me voy a buscar los alegres,
los optimistas, los risueños,
me voy a buscar los hombres,
me voy a buscar las mujeres,
me voy a buscar los eternos.
cali, mayo de 1982