he dejado el mar
esta alma mía que encontraba
en las mareas y los estuarios el sendero,
que seguía las corrientes de las olas,
que tenía en el agua las imágenes
que empapaban mis poemas,
y humedecían las palabras
que nacían de mis manos
y como alevinos partían en busca
de corales y algas marinas,
ese mar hoy
¿lo he dejado atrás?
este camino me ha reconciliado con la tierra
con las piedras, con el polvo,
con la harina, con la sal,
os árboles de lado y lado
de esta interminable senda
me dan sombra y me acompañan, me ven pasar,
y en mi memoria los llevo
y en mis pasos agradezco su amparo
y la paz que su presencia me brinda.
se está acabando el invierno
y el sol hace despuntar de las pequeñas ramas
flores que tiñen el camino
con sus matices y su alegría,
pinceladas de color
sobre el verde de los campos que renacen,
con las primeras lluvias y la primavera,
y el regadío que prepara nuevas cosechas.
este camino me ha reconciliado con la tierra,
con el firmamento azul
donde una nube blanca me sigue,
sin hacerle caso al viento,
hacia el horizonte distante donde algún día llegaré,
un destino imprevisto
que me va entregando este caminar,
huellas que lo son todo
y a la vez no son nada,
pero son todo lo que soy,
mi leve existencia en este planeta.
se está acabando el invierno,
y el sol hace germinar ante mis ojos ovejas blancas
y el corretear del perro pastor que las conduce,
el polvo del caballo libre que galopa invencible,
el chirrido de la vieja bicicleta que pasa a mi lado
y el buen camino ronco que me saluda,
ensanchando mi pecho
y aliviando el peso que mis hombros abrigan.
esta alma mía
ahora convive con el polvo del camino,
recoge piedritas y las desplaza sin sentido,
palpa en silencio mi contradictoria movilidad,
y llena mis versos de raíces,
de atajos, tejados, solares, portones, umbrales,
y el horizonte distante, siempre allí,
encontrándose cada día con el sol
que se retira hacia el infinito.
me he reconciliado con el borde del camino
que hace más suave mi descanso,
el bordón que asegura mi paso,
el puente que nos tiende la mano,
la banca que alguien dejó
para los fatigados,
la vasija con agua que me refresca.
he dejado atrás el mar
y ya no es mi punto de partida,
quizás mi punto de llegada,
pero es solamente el mar,
el que mojaba mis poemas,
el que se vino conmigo
a sentir mis pasos en el camino,
mientras me reconcilio de nuevo,
lentamente con la vida.