casi sin asperezas
dejé mi orgullo sobre tu cama esta mañana
cuando la aurora me llamó.
aunque una lluvia pequeña y matutina
buscó regresarme al calor de tus sábanas,
ya mis pasos habían encontrado la acera,
ya el tenue sol buscaba en el camino
mi sombra.
dejé mi orgullo en tu casa,
bajo las cobijas,
enredado a tu negra cabellera,
sobre la almohada
que me dio la despedida.
puedes quedarte con él,
lo puedes recoger, tocar, moldear,
observar qué liso está, casi sin asperezas,
como las piedras de un río compañero,
que el fluir por el mundo
le ha ido puliendo las aristas.
se ha vuelto dócil, flexible,
permeable al viento y a las caricias,
a las palabras que pasan por su lado
y a veces ni escucha.
no es lo mejor de mí,
lo heredé de miles de hombres
que creían que solo ellos construían la historia,
y todavía descubro en él retratos
que ya el tiempo
debería de haber desvanecido.
dejé mi orgullo en tu casa esta mañana
y te agradezco que le des posada,
contigo se siente apreciado
y es lo único que en el fondo necesita.
puedes quedarte con él,
prefiero dejarle atrás,
un lastre menos que llevar a cuestas.